Mirando, contenta, satisfecha, dando gracias siempre, siempre, siempre (Julia/Dnepropetrovsk) |
"Usar del mundo como de un préstamo concedido por el Creador y darle las gracias por ello en cualquier circunstancia, he aquí la inteligencia" (L. Cattioux)
Cuando somos niños nos enseñan dos palabras casi mágicas: gracias y por favor.
Dar las gracias afecta al que las da... y al que las recibe.
La gratitud es lo que te mantiene conectado con el poder...
Einstein, daba gracias 100 veces al día, daba amor. (no es de extrañar que la vida le revelara tantos secretos)
La gratitud es la gran multiplicadora (y recuerda aquello de "el contento en lo poco abre las puertas de lo mucho...")
En caso de pedir o esperar algo con fe: agradecer antes de recibir las peticiones... en pasado, presente y futuro (como ya realizado).
La gratitud es una vacuna, una antitoxina y un antiséptico. (J.H. Janett, presbiteriano)
Cuando (mentalmente, susurrando o gritando) pronuncias la palabra "gracias" es como si hicieras brotar en tu alma un manantial de luz, de paz y de gozo. Este manantial inunda todas las células de tu organismo.
Poco a poco, sientes que algo en dentro de ti se vivifica, se fortalece y se ilumina.
De esta manera, el día en que tengas que afrontar grandes pruebas, no sólo no te derrumbarás, sino que serás capaz incluso de seguir dando gracias...
En general: No lo olvidéis, la capacidad de dar gracias en las pruebas os ayuda a superarlas.
Mostraos cada día agradecidos por la vida que habéis recibido del Creador, del Universo, esta vida que os permite descubrir tantas riquezas.
Dad gracias por la felicidad de tener salud, una familia, amigos...
Y pensad también en todos los malos encuentros, en todos los accidentes que pueden ocurrir a lo largo de la jornada y de los que os habéis escapado.
Cuando volvéis a casa sanos y salvos después de haber viajado en coche, ¿pensáis acaso en dar gracias al Cielo?
Puede haber tantos accidentes en la carretera, ¡y a veces ha faltado tan poco!
Y en tantísimas ocasiones en que hemos estado "al borde del barranco" en otro tipo de incidentes...
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Algo de Textos recopilados de todas las culturas, prometo ampliar:
Biblia y comentadores que conocen de lo que hablan: entonces no se les aparta y se reproduce.
Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.
1 Tesalonicenses 5:16-18 | NVI | alegría oración
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6-7 | NVI | oración preocupación
SALMO 137
Acción de gracias
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
Comentario de Karol Woytila:
El himno de acción de gracias que acabamos de leer, y que constituye el salmo 137, atribuido por la tradición judía al rey David, aunque probablemente fue compuesto en una época posterior, comienza con un canto personal del orante. Alza su voz en el marco de la asamblea del templo o, por lo menos, teniendo como referencia el santuario de Sión, sede de la presencia del Señor y de su encuentro con el pueblo de los fieles.
En efecto, el salmista afirma que «se postrará hacia el santuario» de Jerusalén (cf. v. 2): en él canta ante Dios, que está en los cielos con su corte de ángeles, pero que también está a la escucha en el espacio terreno del templo (cf. v. 1). El orante tiene la certeza de que el «nombre» del Señor, es decir, su realidad personal viva y operante, y sus virtudes de fidelidad y misericordia, signos de la alianza con su pueblo, son el fundamento de toda confianza y de toda esperanza (cf. v. 2).
2. Aquí la mirada se dirige por un instante al pasado, al día del sufrimiento: la voz divina había respondido entonces al clamor del fiel angustiado. Dios había infundido valor al alma turbada (cf. v. 3). El original hebreo habla literalmente del Señor que «agita la fuerza en el alma» del justo oprimido: es como si se produjera la irrupción de un viento impetuoso que barre las dudas y los temores, infunde una energía vital nueva y aumenta la fortaleza y la confianza.
Después de esta premisa, aparentemente personal, el salmista ensancha su mirada al mundo e imagina que su testimonio abarca todo el horizonte: «todos los reyes de la tierra», en una especie de adhesión universal, se asocian al orante en una alabanza común en honor de la grandeza y el poder soberanos del Señor (cf. vv. 4-6).
3. El contenido de esta alabanza coral que elevan todos los pueblos permite ver ya a la futura Iglesia de los paganos, la futura Iglesia universal. Este contenido tiene como primer tema la «gloria» y los «caminos del Señor» (cf. v. 5), es decir, sus proyectos de salvación y su revelación. Así se descubre que Dios, ciertamente, es «sublime» y trascendente, pero «se fija en el humilde» con afecto, mientras que aleja de su rostro al soberbio como señal de rechazo y de juicio (cf. v. 6).
Como proclama Isaías, «así dice el Excelso y Sublime, el que mora por siempre y cuyo nombre es Santo: "En lo excelso y sagrado yo moro, y estoy también con el humillado y abatido de espíritu, para avivar el espíritu de los abatidos, para avivar el ánimo de los humillados"» (Is 57,15). Por consiguiente, Dios opta por defender a los débiles, a las víctimas, a los humildes. Esto se da a conocer a todos los reyes, para que sepan cuál debe ser su opción en el gobierno de las naciones. Naturalmente, no sólo se dice a los reyes y a todos los gobiernos, sino también a todos nosotros, porque también nosotros debemos saber qué opción hemos de tomar: ponernos del lado de los humildes, de los últimos, de los pobres y los débiles.
4. Después de este llamamiento, con dimensión mundial, a los responsables de las naciones, no sólo de aquel tiempo sino también de todos los tiempos, el orante vuelve a la alabanza personal (cf. Sal 137,7-8). Con una mirada que se dirige hacia el futuro de su vida, implora una ayuda de Dios también para las pruebas que aún le depare la existencia. Y todos nosotros oramos así juntamente con el orante de aquel tiempo.
Se habla, de modo sintético, de la «ira del enemigo» (v. 7), una especie de símbolo de todas las hostilidades que puede afrontar el justo durante su camino en la historia. Pero él sabe, como sabemos también nosotros, que el Señor no lo abandonará nunca y que extenderá su mano para sostenerlo y guiarlo. Las palabras conclusivas del Salmo son, por tanto, una última y apasionada profesión de confianza en Dios porque su misericordia es eterna. «No abandonará la obra de sus manos», es decir, su criatura (cf. v. 8). Y también nosotros debemos vivir siempre con esta confianza, con esta certeza en la bondad de Dios.
Debemos tener la seguridad de que, por más pesadas y tempestuosas que sean las pruebas que debamos afrontar, nunca estaremos abandonados a nosotros mismos, nunca caeremos fuera de las manos del Señor, las manos que nos han creado y que ahora nos siguen en el itinerario de la vida. Como confesará san Pablo, «Aquel que inició en vosotros la obra buena, él mismo la llevará a su cumplimiento» (Flp 1,6).
5. Así hemos orado también nosotros con un salmo de alabanza, de acción de gracias y de confianza. Ahora queremos seguir entonando este himno de alabanza con el testimonio de un cantor cristiano, el gran san Efrén el Sirio (siglo IV), autor de textos de extraordinaria elevación poética y espiritual.
«Por más grande que sea nuestra admiración por ti, Señor, tu gloria supera lo que nuestra lengua puede expresar», canta san Efrén en un himno (Inni sulla Verginità, 7: L'arpa dello Spirito, Roma 1999, p. 66), y en otro: «Alabanza a ti, para quien todas las cosas son fáciles, porque eres todopoderoso» (Inni sulla Natività, 11: ib., p. 48); y éste es un motivo ulterior de nuestra confianza: que Dios tiene el poder de la misericordia y usa su poder para la misericordia. Una última cita de san Efrén: «Que te alaben todos los que comprenden tu verdad» (Inni sulla Fede, 14: ib., p. 27).
[Texto de la Audiencia general Miércoles 7 de diciembre de 2005]
MONICIÓN SÁLMICA
El salmo 137 es el himno de acción de gracias de un rey que, superados los peligros de la guerra y vencidos los enemigos, va al templo a dar gracias a Dios por la victoria, confesando que el triunfo ha sido consecuencia de haber pedido el auxilio de Dios: Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque, cuando te invoqué, me escuchaste y, cuando caminé entre peligros, me conservaste la vida.
Es fácil rezar este salmo con nuestros ojos puestos en Cristo, que «ora en nosotros como cabeza nuestra» (S. Agustín, Comentario al salmo 85,1). El Señor, en efecto, verdadero rey del nuevo pueblo de Dios, al emprender, en su pasión, la lucha contra el pecado y la muerte, invocó a Dios, su Padre, y Dios le escuchó, caminando entre peligros; a pesar de haber penetrado incluso en el sepulcro, le conservó la vida, y, por eso, ahora, delante de los ángeles, le da gracias de todo corazón.
Contemplemos, a través de este salmo, la victoria de Cristo, nuestro rey, demos gracias al Señor de todo corazón por esta victoria, que redunda en bien de todos los hombres, y pidamos a Dios que no abandone la obra de sus manos, iniciada en la resurrección de Cristo, sino que complete sus favores con nosotros, llevando a todos los hombres a una salvación semejante a la de su Hijo.
En la celebración comunitaria, si no es posible cantar la antífona propia, este salmo se puede acompañar cantando las antífonas «Te damos gracias, Señor», «El Señor hizo en mí maravillas» o bien «Gloria, honor a ti, Señor Jesús» (L. Deiss).
Aunque presente la forma de una acción de gracias individual, en el salmo 137 se expresa la comunidad israelita, sea que todo el pueblo alabe, o lo haga un representante en su nombre. Los «ángeles», ante los que tañe el salmista, pueden ser los dioses derrotados de otras naciones. Ellos y sus señores deben unirse ahora a la alabanza al Único Señor. A Este se le pide que no abandone la obra de sus manos, que es Israel. «El salmo estaba destinado para ser recitado por los fieles reunidos en el templo, en una ceremonia de acción de gracias por la liberación del exilio» (A. Deissler). Tiene tres partes: una acción de gracias (vv. 1-3), una alabanza universal (vv. 4-6) y una confesión de confianza sin límites (vv. 7-8).
Dios es sublime en su victoria
Que Dios sea sublime se venía repitiendo en Israel desde el nacimiento del pueblo. La atención deparada a los desterrados es una ratificación de lo sublime que es Dios. Ha dado vigor al cansado, ha acrecentado la energía del que no tenía fuerzas. La respuesta del hombre es tributarle rendidas gracias desde las profundidades del corazón. ¡Qué himno de acción de gracias el del Señor Resucitado! El Nombre-sobre-todo-nombre le da una relevancia superior a los ángeles, y muestra la estupenda, la sublime victoria de Dios. La asamblea creyente, congregada en el Santuario, celebra a Dios por sus favores, por su amor salvador, por su bondad paternal, porque es sublime en su victoria. Nuestra canción es un eco de la que resuena ante el trono de Dios y del Cordero (cf. Ap 7-9-10).
«Todos los pueblos verán mi gloria»
El profeta de la esperanza y del consuelo exílico columbraba días en los que Dios rescataría la vida del esclavo. Una acción que obligará a los reyes a ponerse de pie y a postrarse ante Dios. Es que esa acción manifestará la gloria de Dios, y la verá toda carne. Para la nueva humanidad en camino, la gloria resplandece en el Hombre, en Jesús. Su actuación en Caná es la primera manifestación de la gloria, en espera de la hora decisiva, cuando el Padre glorifique plenamente a su Hijo. ¡Qué bien se está al amparo de la gloria de Dios!, como manifiestan los testigos de la Transfiguración. Pero no pueden deleitarse en un gozo aislado. Si han visto la gloria, si han gozado de ella es para transmitir su dicha a los demás, para que todos los pueblos crean «que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre» (Jn 20,31).
«No abandones la obra de tus manos»
En el pasado, Dios vio la aflicción de su pueblo. Bajó para liberarlo del poder de los egipcios. Así se explica la confianza que respira este salmo: la diestra divina salva a su pueblo, aunque camine entre peligros. Israel puede mirar confiadamente el futuro. Dios completará sus favores. Puede suplicar con esperanza que Dios concluya lo que ha comenzado. Ha iniciado una historia de amor incomparable: Su presencia en nuestra carne, en el hombre. Es lógico que Jesús suplique de este modo: «Padre, que mis discípulos contemplen mi propia gloria, la que Tú me has dado, porque me has amado antes que existiera el mundo» (Jn 17,24). Los discípulos podrán experimentar el amor del Padre y responder a él como Jesús, gracias al Espíritu recibido. El discípulo sabe que la historia del amor de Dios para con él pide un desprendimiento, una heroicidad hasta el extremo. Por eso suplica: «No abandones, oh Dios, la obra de tus manos. Lleva a feliz término lo que has comenzado en nosotros».
Resonancias en la vida religiosa
Eucaristía de todo corazón: La experiencia de la gracia de Dios, de su benevolencia, de su generosidad superabundante, de su infinita capacidad de perdón, de su amor sin fronteras e insondable, de su encanto, genera en la comunidad religiosa la acción de gracias más sincera, una Eucaristía «de todo corazón». Eucaristía es entonces la existencia misma de la fraternidad religiosa, reflejo de la benevolencia, generosidad, perdón reconciliador, amor, encanto de Dios.
En nuestra desgracia, el Dios de la gracia nos ha escuchado: nos envió al «lleno de gracia y de verdad», Jesús. El Hijo, siendo Dios, se fijó en el humilde y se humilló a sí mismo para juzgar con su existencia toda soberbia; asumió en su propia carne nuestras desgracias, para compadecerse de nosotros, para que recobráramos la vida que por el pecado habíamos perdido; y en su muerte nos comunicó el Espíritu, que acrecienta el valor en nuestra alma.
Acción de gracias es nuestra comunidad cuando, siguiendo los pasos de Jesús, atiende prevalentemente a los humildes, se encarna en las situaciones desgraciadas, compadece el dolor humano y por amor está dispuesta a perder su vida para que otros la recobren. Acción de gracias es nuestra comunidad cuando expande su radio de acción e invita proféticamente a todos los poderosos a escuchar la Palabra y a cantar la gracia del Señor, esperando que un día la obra de sus manos, toda la creación, complete la gran canción de acción de gracias universal.
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