viernes, 1 de mayo de 2015

Recetas: Estofado de sentimiento de culpa con salsa picante de remordimientos


helenafr_blogger_cocina_recetas_culpa

  
 Por medio de esta holografía que usa la adecuada analogía de la cocina se pretende ayudar y arrojar luces para este problema que nos afecta a tantos en tantas ocasiones…
Este plato hará las delicias de tus invitados habituales: el yo-falso, el yo-depresivo, el yo-aplatanado y el yo-spam, ese que no para de enviarte mensajes tales como “no vales nada”, “para qué luchar”, “no vale la pena”, “la suerte está echada”, etc.
  La buena alimentación también incluye la adecuada ingestión de aire, agua, sol y... pensamientos. 
----------------------

Ingredientes:
- Una olla (tu cabeza)
- Una sartén grande (tu corazón)
- Sentimientos de culpa (abundantes y de muy fácil obtención)
- Sal (esa sensación de estar vivo) (ver notas al final)
- Agua (tu fuerza vital) (ver notas al final)
Para la salsa:
- Unos granos de Hypódikos, una pizca de Ofeilo y de Enojos.
- Colorante Chatáh.
----------------------

Preparación
Tú cocinas con el sello propio de tu personalidad. Libremente. También en la cocina mental.
Te lo explico con ejemplos y entonces tú ya lo aprovechas y lo aplicas a tu manera.
Muchos cocinamos mejor con “la olla a presión”, esto significa  que llevamos encima, por así decirlo, el lema mental “trabajo mejor bajo presión”. Me explico. 
Algunas personas son incapaces de trabajar sin presión, excepto obligaciones familiares y trabajos remunerados, claro está. De este modo, sin nadie que nos obligue, el trabajo de la casa se acumula, los estudios se echan a un lado, el trabajo de oficina es diferido y la responsabilidad personal queda sin respuesta.
Como que no encontramos la salida...
Ejemplo. Pensemos en la correspondencia, de papel o electrónica. Recibimos un email de nuestro amigo y apreciamos su interés. Queremos responder pronto, pero estamos ocupados con alguna otra cosa. A los pocos días nos acordamos del email y nos decimos que deberíamos contestarla, pero volvemos a dejarla a un lado. Una vez más, el correo nos vuelve a la mente y pensamos “oh, es mi culpa”, “soy una irresponsable y algo desagradecida” o “si fuera una buena amiga hubiera encontrado tiempo para contestar antes”. Cada vez que la carta nos vuelve a la memoria nos condenamos a nosotros mismos.
Pronto, otras cosas se amontonan. Con cada una de ellas crece nuestro sentido de culpa y condenación. Finalmente, la presión de la culpa llega a ser tan fuerte que tenemos que escribir ese correo para aliviarla, para acabar invirtiendo horas, un tiempo exagerado, en nuestro mailbox.
Como emplear muchas horas en la limpieza de la casa tras varias semanas sin hacerlo, exhaustivamente, de tal modo que nos llamen locas u obsesionadas con la pulcritud.
Cuando echamos en la olla una culpa pequeña no hacemos nada para controlarla, como una cabeza de ajo asada que se calienta un tiempo para darle sabor a un guiso. Cuando se pasa de tiempo, cuando se transforma en sentimiento de auto-condenación produce presión como el vapor en una caldera. Finalmente, nos ponemos a trabajar, sí, vale, pero ya con cierto y manifiesto descontento…
Para otros el resultado de la presión de la culpa es más devastador. Al surgir la culpa quedan paralizados. Todas las tareas parecen enormes y la culpa es tan grande que se hunden en la desesperación. La culpa se convierte en una barrera insuperable que continúa creciendo diariamente.
La mente humana busca una solución muy común para esta situación: creemos que el castigo expía las malas acciones y de esa manera alivia la ansiedad. Hay un componente implantado desde algunas religiones en esta relación de castigo/expiación. Hay una falta de honesto aprendizaje...
Se busca alivio, no arrepentimiento. Arrepentirse viene del griego y significa “cambiar de actitud” y no golpearse el pecho cantando “mea culpa”. Apuntar que mi relación con el Creador es muy privada y la no obligación de no declarar acerca de ello se protege Constitucionalmente en muchos países. Para la cultura llamada cristiana la Biblia malinterpretada ha sido una fuente de sentimientos de culpa. La Biblia no menciona ni induce ni una sola vez a la culpa psicológica o sentimiento de culpa. Ni una sola vez se ordena a los creyentes que tengan temor al castigo, sentido de indignidad o sensación de rechazo.
De este Libro compuesto de 66 libros se extrae un curioso “tres por uno”, hay tres palabras griegas que suelen traducirse por “culpa”:
Hypódikos: que significa “ser destinado a juicio” por un acto contrario a las leyes.
Ofeilo: Ser culpable de una ofensa personal hacia otra persona.
Enojos: Deber algo o estar en deuda con alguien.
El otro componente de la “salsa picante” que pica a tantas conciencias es la palabra tan usual, “pecado”, que proviene del hebreo y significa “fallar, errar el blanco”…
Siguiendo con esta palabra, que sirva también para ese sentimiento de “hacerlo mal” que se produce en la conciencia de la gente, sea creyente o no, esto es lo que NO hace el pecado: Producir un castigo de un Dios o que se enoje, o que otros se enojen, que nos rechacen por indignos o sin valor, como en las personas infravaloradas que han sido sometidas a este tipo de sugestiones falsas.
Pero lo que SÍ produce esta conciencia de no estar haciéndolo bien es esto:
- Interfiere en nuestros mejores ajustes personales.
- Daña a otros.
- Disminuye nuestra efectividad en el mundo.
La primera pregunta que debemos hacernos cuando sentimos el aguijón de la culpa es “¿he fallado yo realmente?”
¡Hay que determinar si realmente hicimos algo malo! o bien si solamente estamos violando los criterios infantiles de nuestro yo-ideal, o de nuestro “padre interior”, o bien si solo estamos apartándonos de sugestiones que proceden de personas invasivas o chantajistas emocionales sutiles.
Nada es inmundo o erróneo en sí mismo… Párate a pensar especialmente a partir de ahí…
Nadie se libra del error.
Lo único real e importante es qué hacemos con el error, hundirse, echarse la culpa, caer en la inferioridad, ponerse en situación de víctima o reconocer el error, estar atento a una segunda oportunidad y aprender del error. Ese aprendizaje viene por la observación atenta e imparcial de los actos de uno mismo.
¿Cómo que no hay segundas oportunidades? El error en sí mismo es una semilla de oportunidad, es una oportunidad que genera nuevas situaciones que puede que sean tan o más beneficiosas que la situación original. Mi dicho es “siempre viene alguien o algo mejor”…
----------------------



Notas:
Sal, o la sensación de estar vivo, está siempre presente, en lo bueno, su modo natural, y en lo malo, cuando tú la desazonas o la manchas o la contaminas con la mente o los sentimientos negativos o innaturales.
Agua, la fuerza vital acompaña a la sensación de estar vivo, como en el agua del Mar, pero es más omnipresente, funciona siempre incluso durante el sueño profundo, te cuida si la dejas y te sana, si la diriges bien. Es neutra, funciona tanto para el bien como para el mal. Un sentimiento negativo persiste debido a la fuerza vital que la mantiene viva. Tú decides…

^^^^^^¿Te sientes sola en tu lucha?
^^^^^^Un consejo: no mires hacia abajo, no inclines tu cabeza...


1 comentario:

  1. Definitivamente no es un asunto de desnudar el alma, al contrario, hay que vestirnos de la misma para poder deslizar la honestidad como mantequilla para impregnar cada porción de la mente tan mecanizada!

    ResponderEliminar